Parte
II
En
realidad mi progenitora siempre estuvo dentro de mi propia familia,
ella vivía en otra ciudad, había que viajar cerca de ocho horas en
coche para llegar donde ella, la veía una vez por año, pues
siempre íbamos a pasar las fiestas navideñas con ellos, todos en
familia.
Cuando
yo llegaba a esa casa, la primer cara que veía era la de ella, es
impresionante el parecido físico que tengo con ella, debo decir que
eso me hacía sentir bien, yo pensaba: ¡vaya al menos me parezco a
alguien de la familia! sin embargo, no me gustaba nada verla, pues su
mirada me hacía sentir incómoda, siempre me veía con mucha, pero
mucha ansiedad, siempre nerviosa, sus ojos enrojecían, me daba
cuenta que se ponía mal al verme. Yo solo era una niña y por
supuesto eso no me gustaba, siempre lo interprete como: “es la
prima que está loca”, “la prima rara”, la prima enfadosa, la
prima que siempre me invita a pasear, me ofrece dulces y postres, la
que siempre se acerca para preguntarme cosas que no comprendía; la
percibía tan agobiada, como a punto a llorar y gritar al mismo
tiempo....... Sin embargo dentro de mí la extrañaba tanto, dentro
de mi sentía como me faltó su cariño y sus cuidados, sus
brazos.......su amor.
Recuerdo
en alguna ocasión cuando emprendimos ese viaje como un diciembre
cualquiera; mi papá conducía:
-¿Papá te puedo pedir un favor?
-
Si
-Cuando
lleguemos a casa de los tíos, si viene mi prima a invitarme a
pasear, por favor dile que no me dejas ir.
-Pero,
¿por qué?, es tu prima y te quiere mucho
-
No me gusta estar con ella, me parece que está algo loca
-
Solo la ves una vez al año, no pasa nada si sales un día o dos a
pasear con ella, solo te quiere consentir.
Mi
mamá, sentada justo al lado de él, no emitía palabra alguna.
Entonces,
no me quedaba más que no insistir, la verdad era que no tenía más
argumentos para convencerlo, al menos ninguno que pudiera expresar a
esa edad. Y sucedía lo que
cada año, llegábamos, ella iba por mí con su inevitable mirada de
angustia, no me quedaba otra que pasar una tarde o dos de
intranquilidad a su lado.
En
una de esas ocasiones, cuando ya era un poco más grande, no sé, tal
vez unos diez años algo así, estando en su casa, ella me dijo que
quería mostrarme algo, me llevo a su habitación y me mostró una
biblia, la abrió y había un papel con mi nombre en un escrito, con
lágrimas en los ojos lo leyó.... decía que le pedía a Dios que
yo siempre estuviera bien, llorando me dijo que ella siempre pensaba
en mí, que siempre pedía a Dios para que yo estuviera bien,
recuerdo que sentí unas tremendas ganas de salir huyendo de ese
lugar; no me quedo duda de que aquella mujer estaba completamente
loca. La verdad no me gustaba verla, no me gustaba escucharla, no me
gustaba estar cerca de ella. En ese momento, y a esa edad, solo
consiguió asustarme y confundirme más.
Así
pasaba mis vacaciones decembrinas, cuando llegue a la adolescencia ya
ponía limites a mi prima, podía negarme de vez en cuando a salir
con ella, ya no dejaba que se acercara tanto a mí, aunque me
empezaba a intrigar por qué ella era de esa manera conmigo, porque
nadie más se ponía mal conmigo, solo ella. Para ese entonces mi
prima comenzaba a hacerle comentarios a mi mamá, comentarios quizá
triviales pero que hacían más confusos mis pensamientos hacia ella:
Tía pero que bien se ve Mónica, se viste muy bien, está muy
bonita, está creciendo muy bien, a mí me parecían comentarios
totalmente fuera de lugar, y por lo que podía ver a mi mamá aún
más, su expresión desencajada lo decía todo. Recuerdo pensar, como
esa mujer se comportaba de una manera tan obsesiva en torno a mí,
¡total a ella que le importa cómo me visto! Para ese entonces ella
ya tenía 4 hijos varones, el más grande era cinco años menor que
yo, y otros tres con los que me llevaba muy bien, al fin y al cabo
crecí pensando que ellos eran mis primos.
Los
tíos que en realidad eran mis abuelos biológicos, siempre nos
recibían cálidamente, el abuelo un hombre de pocas palabras, fue
militar prácticamente toda su vida, incluso llego a ser general me
trataba siempre muy bien, a mí me parecía muy extraño que ese
señor tuviera tantas atenciones conmigo, de hecho tenía las mismas
atenciones que para sus nietos. Pensaba, -¿porque este señor me
trata como a sus nietos?, si compraba juguetes compraba uno para mí
también, y les decía a sus nietos que como yo era la única mujer,
yo podía escoger el que yo quisiera. Cada navidad me preguntaba que
de que tenía ganas y el me lo regalaba, yo decía, ese tío
realmente es muy buena persona.
Mónica Castañeda U.
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