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sábado, 22 de febrero de 2014

Mi progenitora y Mi mamá


Parte II
En realidad mi progenitora siempre estuvo dentro de mi propia familia, ella vivía en otra ciudad, había que viajar cerca de ocho horas en coche para llegar donde ella, la veía una vez por año, pues siempre íbamos a pasar las fiestas navideñas con ellos, todos en familia.
Cuando yo llegaba a esa casa, la primer cara que veía era la de ella, es impresionante el parecido físico que tengo con ella, debo decir que eso me hacía sentir bien, yo pensaba: ¡vaya al menos me parezco a alguien de la familia! sin embargo, no me gustaba nada verla, pues su mirada me hacía sentir incómoda, siempre me veía con mucha, pero mucha ansiedad, siempre nerviosa, sus ojos enrojecían, me daba cuenta que se ponía mal al verme. Yo solo era una niña y por supuesto eso no me gustaba, siempre lo interprete como: “es la prima que está loca”, “la prima rara”, la prima enfadosa, la prima que siempre me invita a pasear, me ofrece dulces y postres, la que siempre se acerca para preguntarme cosas que no comprendía; la percibía tan agobiada, como a punto a llorar y gritar al mismo tiempo....... Sin embargo dentro de mí la extrañaba tanto, dentro de mi sentía como me faltó su cariño y sus cuidados, sus brazos.......su amor.
Recuerdo en alguna ocasión cuando emprendimos ese viaje como un diciembre cualquiera; mi papá conducía:
-¿Papá te puedo pedir un favor?
- Si
-Cuando lleguemos a casa de los tíos, si viene mi prima a invitarme a pasear, por favor dile que no me dejas ir.
-Pero, ¿por qué?, es tu prima y te quiere mucho
- No me gusta estar con ella, me parece que está algo loca
- Solo la ves una vez al año, no pasa nada si sales un día o dos a pasear con ella, solo te quiere consentir.
Mi mamá, sentada justo al lado de él, no emitía palabra alguna.
Entonces, no me quedaba más que no insistir, la verdad era que no tenía más argumentos para convencerlo, al menos ninguno que pudiera expresar a esa edad. Y sucedía lo que cada año, llegábamos, ella iba por mí con su inevitable mirada de angustia, no me quedaba otra que pasar una tarde o dos de intranquilidad a su lado.
En una de esas ocasiones, cuando ya era un poco más grande, no sé, tal vez unos diez años algo así, estando en su casa, ella me dijo que quería mostrarme algo, me llevo a su habitación y me mostró una biblia, la abrió y había un papel con mi nombre en un escrito, con lágrimas en los ojos lo leyó.... decía que le pedía a Dios que yo siempre estuviera bien, llorando me dijo que ella siempre pensaba en mí, que siempre pedía a Dios para que yo estuviera bien, recuerdo que sentí unas tremendas ganas de salir huyendo de ese lugar; no me quedo duda de que aquella mujer estaba completamente loca. La verdad no me gustaba verla, no me gustaba escucharla, no me gustaba estar cerca de ella. En ese momento, y a esa edad, solo consiguió asustarme y confundirme más.
Así pasaba mis vacaciones decembrinas, cuando llegue a la adolescencia ya ponía limites a mi prima, podía negarme de vez en cuando a salir con ella, ya no dejaba que se acercara tanto a mí, aunque me empezaba a intrigar por qué ella era de esa manera conmigo, porque nadie más se ponía mal conmigo, solo ella. Para ese entonces mi prima comenzaba a hacerle comentarios a mi mamá, comentarios quizá triviales pero que hacían más confusos mis pensamientos hacia ella: Tía pero que bien se ve Mónica, se viste muy bien, está muy bonita, está creciendo muy bien, a mí me parecían comentarios totalmente fuera de lugar, y por lo que podía ver a mi mamá aún más, su expresión desencajada lo decía todo. Recuerdo pensar, como esa mujer se comportaba de una manera tan obsesiva en torno a mí, ¡total a ella que le importa cómo me visto! Para ese entonces ella ya tenía 4 hijos varones, el más grande era cinco años menor que yo, y otros tres con los que me llevaba muy bien, al fin y al cabo crecí pensando que ellos eran mis primos.
Los tíos que en realidad eran mis abuelos biológicos, siempre nos recibían cálidamente, el abuelo un hombre de pocas palabras, fue militar prácticamente toda su vida, incluso llego a ser general me trataba siempre muy bien, a mí me parecía muy extraño que ese señor tuviera tantas atenciones conmigo, de hecho tenía las mismas atenciones que para sus nietos. Pensaba, -¿porque este señor me trata como a sus nietos?, si compraba juguetes compraba uno para mí también, y les decía a sus nietos que como yo era la única mujer, yo podía escoger el que yo quisiera. Cada navidad me preguntaba que de que tenía ganas y el me lo regalaba, yo decía, ese tío realmente es muy buena persona.
Mónica Castañeda U.




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